En 1990 a los guionistas de Superman les pareció gracioso parodiar a los Fantastic Four en uno de los números del Hombre de Acero. Fue así como cuatro tripulantes de un transbordador espacial se vieron sometidos a una tormenta radioactiva y sufrieron mutaciones no tan felices como las del célebre cuarteto de Marvel. Uno de estos astronautas (llamado Hank Henshaw), en lugar de convertirse en un hombre elástico como el afortunado Reed Richards, se terminó derritiendo y murió, al igual que sus dos compañeros (los pseudo Ben Grimm y Johnny Storm). La cuarta pasajera de ese fatídico vuelo, esposa de Hank, quedó viva. Pero, como nos enseñó Fernán Mirás en la película de Tanguito, "el amor es más fuerte". Entonces, en un segundo número en el que retoman la historia, el pobre Henshaw vuelve a buscarla. Parece que el tipo, antes de morir, transfirió su alma a las computadoras buscando una manera de mantenerse vivo. Como resultado se convirtió en pura energía eléctrica, en tecnología viva.
Al ser energía, puede armarse un cuerpo con cuanto artefacto electrónico se le cruce y cambiar de "caparazón" cuantas veces quiera. No queda muy coqueto, pero es mejor ser un robot recauchutado antes que no ser nada, no?
Bueno, la cosa es que se enfrenta a Superman y se termina escapando al espacio, donde orbita la nave que trajo a nuestro querido Kal-El a la Tierra. Con la tecnología de esa nave (ADN kryptoniano incluído), se arma una especie de cohete y se manda a mudar. No volveremos a saber de él hasta que reaparezca como el Superman Cyborg del Reino de los Supermanes. Pero esa, mis amigos, es harina de otro costal.
Tengo la versión de Zinco! que buen personaje. Saludos!
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